ACOMPAÑAR AL DOLIENTE
El duelo es una batalla que se libra solo, contra uno mismo.
A día de hoy (séis meses sin Felix) todas y cada una de las partes de mi cuerpo se siguen quejando; los pensamientos van y vienen sin saber aún qué puedo hacer... mi alma vaga perdida aunque esperanzada.
Sabido es que, cada persona lleva el tránsito del dolor como mejor puede. Ahora bien, quienes decidan acompañar al doliente en ese recorrido habrán de practicar aquello nombrado y en menor medida practicado: la escucha activa.
A quienes quieran escucharme, voy a expresar lo que mi cuerpo sigue manifestando en estos séis meses sin poder abrazarlo o quejarme cariñosamente mientras él me miraba con ternura.
Mis músculos comienzan a protestar; mi estómago continúa encogiendose, mis intestinos se retuercen cuando les viene en gana y las neuronas del corazón envían un claro mensanje a sus homónimas del cerebro: ¡Me encuentro mal, rematadamente mal!
En estos meses de duelo he aprendido a reconocer a las personas que me ayudan. Y es que, escuchar al doliente significa hablar su lenguaje. Pongo un ejemplo:
Si miras a la persona y eres capaz de apreciar el cambio de semblante, puedes iniciar una conversación sincera: "Dime ¿cómo puedo ayudarte a recuperar tu sonrisa?".
El doliente sabe perfectamente cúal es su expresión en ese momento y, aunque cada uno reaccione diferente, el mensaje cala por su autenticidad.
Saber escuchar requiere hacer de espejo; permitir que la persona afligida pueda verse reflejada y reflexionar acompañada.
Aquello de "Te veo bien" no anima cuando sabes lo que tu rostro muestra.
El tránsito del duelo requiere compañía: réir y llorar: jugar y conversar; comer y descansar... cualquier acto que se pueda dar acompañado ayuda a mitigar los efectos físicos y emocionales del proceso.
Sin duda, la ausencia acompaña al doliente. Cosa distinta es la soledad. Cada uno ha de procurarse la compañía que mejor le haga sentir. También habrá que ir seleccionando las actividades que se acoplen a la situación personal.
El duelo es una complicada etapa que no tiene entrenamiento.
Llega y se aposenta sin que uno sepa cómo afrontar la pérdida. Hay que vivir con ello. Es la triste realidad del duelo. Tu ser querido ha desaparecido de la faz de la tierra. Y tú sigues luchando cada día como puedes.
No te exijas demasiado. No corras. Deja que los sentimientos y las emociones recorran tu cuerpo, no los ahogues y elige con quién compartes tus inquietudes.
Recodar desde la ternura es de gran ayuda en la aflicción.
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