jueves, 15 de mayo de 2025

NOVATA 123

LA DULZURA DE TU SEMBLANTE...

Alumbra mis días y reconforta las noches.

Desconozco los motivos pero, cuando te pienso, emito una melodía desconocida, como un runrún que se repite y me calma; ya sea paseando o trasteando sigues conmigo.

Es cierto que la música nos ha acompañado en nuestra vida juntos. Y me resulta especialmente grato que, de alguna forma, unas sencillas notas lleguen a mi garganta impulsadas por el latir de mi corazón y el tuyo que vive en mí.

Esta mañana, he recordado una cancioncilla que me inventé para nuestra nieta mayor, que este mes cumple dieciocho años. La letra surge mientras ella aprendía a nadar en la piscina, y dice así:

Pajaritos no bebáis, agua de la piscina.

Pajaritos no bebáis, que malitos os pondréis.

La entonación es muy simple y pegadiza. El mensaje intencionado es evidente: el cloro y demás productos que se utilizan para hacer posible el baño, no benefician al organismo si se traga esa agua; hay que cuidar de los seres vivos y, los que peinamos canas, lo sabemos por herencia cultural.

No tienen que venir a darnos lecciones ahora aquellos que muestran una carencia educativa de respeto al 'próximo' mientras propagan manidos mensajes de aparente 'bondad'.

Por supuesto, sigo cantando la cancioncilla a los nietos pequeños y la mayor la escucha con cariño.

La calma se trabaja.

Cada amanecer como también al caer la noche, la persona en duelo mantiene un dilema: mitigar la inquietud propia de vivir la ausencia del ser querido.

Cuando uno siente la necesidad de llorar, su cuerpo está expresando que precisa amainar el dolor. El llanto libera presión y permite aclarar aquellos pensamientos que nos afligen.

Poco a poco, sin atosigamiento se puede aplacar el sufrimiento por la pérdida; esa carencia que va a seguir con uno mismo hasta la muerte. No se olvida.

Cada persona vive como puede la pérdida del ser amado.



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