AL ÁRBOL DE RAMAS DESNUDAS

¡Acaso no es posible verdear!

La Navidad. El Belén.

Pasan los años y sientes que tu tronco está ya al descubierto. Apenas te ven. No te miran. Tus ramas sin hojas ni frutos te hacen invisible.

La Belleza. La Ilusión.

Pasan los años y sientes que tus células se oxidan muy rápido. No basta con echarle valor. El ritmo del envejecimiento celular se hace visible. Flaquea el tronco.

La Enfermedad. El Aislamiento.

Pasan los años y sientes el desgaste. El malestar se acrecienta cuando el frío acecha y la soledad empuja.

¡Acaso no es posible renovarse!

Es posible verdear. Es factible renovarse.

En Navidad...

Se dan la mano la belleza, la ilusión, la fuerza...la enfermedad, el frío, el aislamiento.

Los balcones se iluminan.

Las calles lucen un alumbrado tintineante.

Los escaparates se visten de gala.

La esperanza busca su espacio.

La enfermedad, el frío, el aislamiento permanecen en Navidad.

El árbol de ramas desnudas nos invita a mirar y ver, acompañar y acoger... a comprender.

El Verdear, el Renovarse no conocen edad.

No importa en qué lugar plantes tu verdecer; el caso es que te impulse el deseo de renovarte.

Hay algo que en nuestra sociedad se transmite de generación en generación: los pequeños y los jóvenes empujan con su creatividad, sus sueños animan a los mayores a mirar con ojos liberados de prejuicios.

Mis ramas puede que parezcan desnudas, pero yo me siento florecer cuando cada día me levanto y miro alguno de los trabajos que nuestros nietos nos van regalando cargados de amor.

Son muchos los recogidos en tantos años de abuelos. Todos, y cada uno de ellos, lucen en la casa de alguna forma.

El que muestro en la imagen nos lo regaló nuestra nieta Emma cuando tenía cinco años; han pasado casi diez años y cuando lo miro siento su fuerza y su amor.

Cuando nos vemos ahora, nieta y abuela nos reímos de las muchas historias que hemos compartido en su infancia... Sigue siendo un AMOR.