viernes, 22 de enero de 2021

NOVATA 73

QUIEN GUARDA...ENCUENTRA

Las emociones se viven, no quedan impresas en nuestro ser.

Evocamos los pasajes, y al hacerlo nuestros sentimientos afloran teñidos del estado emocional en el que nos hallemos. La moviola no se da en las emociones. Pero en el aprendizaje contamos con un valioso aliado, el pase de la amígdala a la corteza prefrontal. Como en un partido de futbol, al central el balón a portería el delantero puede meter un golazo. En el caso de las emociones, en el pase gritamos ¡SERENIDAD! 

En el año 2016, el 22 de enero moría mi hermano Luis, un amante del futbol que fuera en su día jugador profesional del deporte nacional.

En aquellos momentos de su muerte, sentí la impotencia de no tener en mis manos la decisión de cumplir sus deseos a la hora de morir. Quería hacerlo en su casa, en su cama, junto a la mesita de noche donde guardaba una estampa de la Virgen a la que él rezaba con fervor desde niño. Murió sedado en la cama de un hospital; eso sí, acompañado de su primogénito que le cuidó con esmero en el proceso de la enfermedad.

Hoy me encuentro impotente ante un coronavirus que puede llevarnos a una muerte en soledad y sufrimiento. Se puede comprender que la impotencia vivida en el 2016, no es la misma del 2021. Lo que si puedo es echar mano de los recursos del intelecto, que me recuerdan que las emociones no se guardan, pero si que podemos revisar las conductas aprendidas para sobrellevar determinadas situaciones de conflicto.

Nada nuevo descubro cuando recuerdo que se aprende del ensayo-error. Y a pocos se les escapa que nos encontramos en una sociedad hedonista de la inmediatez; donde el ensayo-error deja de practicarse en las familias y en las escuelas por aquello de no traumatizar al menor. De tal forma, en estos momentos de pandemia, en los que precisamos de una acción responsable de la sociedad, la impotencia se deja sentir a unos niveles insospechados. Así las cosas, el golazo brilla por su ausencia.

La conducta básica de supervivencia "sálvese el que pueda" la conocemos todos. Y es esa conducta la que nos lleva en estos momentos a auto confinarnos, a cumplir las normas sanitarias propuestas. También nos predispone a sentir el dolor de las familias que entierran en soledad a sus seres queridos, y a informarnos desde diversos medios científicos de difusión sin dar pábulo a los noticieros de turno.

El título de hoy "Quien guarda...Encuentra" tiene su porqué. Traigo de la nube uno de esos vídeos que guardo en mi canal de YouTube, y que enlazo con una trágica noticia acaecida en estos días en Madrid, por ver cómo lo vive emocionalmente un periodista en la televisión.

¿Cómo influyen las emociones en las coberturas periodísticas?

Omar Rosas. Investigador asociado en el Departamento de Filosofía de Universiteit Twente (Holanda) y colaborador del proyecto ‘Cultura Emocional e Identidad' del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra. Entrevista


El pasado miércoles, 20 de enero, el presentador del programa Cuatro al día, Joaquín Prat, en esa línea de tristeza que en ese momento sentía, se despidió con unas palabras fueran de guion: Últimamente solo damos noticias de mierda.

La serenidad es fruto del intelecto. Las emociones experimentadas en un contexto dado son necesarias, en tanto en cuanto nos facilitan una mejor salida ante lo que se avecina peligroso para la supervivencia. Si nos dejamos llevar por la emoción unos segundo más de lo que dura por naturaleza, podemos instalarnos en un estado de melancolía que se opone a una situación de serenidad.

Cuando pienso en tantas familias que están (estamos) tratando de llevar los avatares de la pandemia con la serenidad que aporta la madurez intelectual con independencia de la edad cronológica, percibo lejano el final de este coronavirus, pero factible.

El hacerse ilusiones de algo inviable a corto plazo, es una conducta infantil: "me tapo los ojos porque pienso que así el perro al que tengo miedo no me ve"; "soy joven, soy fuerte, no padezco enfermedades...". Desde luego el perro te ve y el retrovirus te ataca. La conducta infantil nos lleva a mirarnos el ombligo, a transgredir por aquello del ensayo-error. Solo que en este nos va la vida.

Cuando alguien, joven o adulto, actúa como un menor su respuesta se aleja del intelecto y su conducta, de alguna forma, agrede a la comunidad.

No podemos tener a un policía pegado a nuestro cogote, la libertad es maravillosamente peligrosa, pues, perteneciendo al ámbito personal, se legisla social a demanda de colectivos en legítimo derecho, y se pretende y propone en beneficio común. La utopía está servida por la dualidad implícita en el terreno de la libertad.

Los estados de regímenes comunistas se sirven del riesgo que supone la libertad, para controlar a la población en beneficio propio. Ocurre parecido desde la ilusoria libertad que se nos brinda disfrazada de bienestar en las sociedades donde impera la llamada democracia.

Saberse y sentirse libre tiene mucho que ver con el estado de calma que habitemos en cada instante. Y deviene de esas fracciones de momentos convulsos que resolvemos, se podría decir, sin pestañear. Imposible, pueda ser; pero el golazo se me antoja SUBLIME.

 

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