DE MARZO A NOVIEMBRE, SIN ABRAZOS...
Sin trazas de cuándo volveremos a esa cultura tan nuestra de efusivo apego...
Avisan los virólogos de otras pandemias que están por llegar. No resulta fácil asumir que la globalización traiga consigo un cambio en los comportamientos personales y culturales asociados a un cierto aislamiento en pos de la supervivencia.
Durante el aislamiento algunas amistades se han visto fortalecidas por esos vínculos emocionales que se comparten en los mensajes escritos. La imagen que comparto me la ha enviado una amiga especial. Me dice que el lugar está cerca de su casa en Berlín (ella vive ahora en Valencia). Este otoño nadie va a sentarse ahí a la mesa. Las hojas muertas cubren el escenario a sus anchas...no habrá cervezas tomadas entre risotadas en esos ratos de descanso familiar, entre amigos. Nosotras estamos a la espera de vernos y reírnos juntas. Lo haremos.
Cualquiera de nosotros puede expresar las carencias emocionales según su experiencia ante la pandemia. No hablo aquí de quienes hayan perdido a un ser querido en estos meses; tanto dolor en un escaso recorrido temporal (menos de un año) rasga el alma sin paliativos.
La intuición te lleva a encontrar lo mejor de una situación para poder sobrellevarla; favorece el ser proactivo al recrear escenarios posibles. También ayuda a vivir con destellos de alegría los abrazos virtuales en pos de sobrevivir al trance. El sabido conteo "gano-pierdo" equilibra la balanza en función de los miedos y las expectativas.
La pandemia nos pone en situación de mostrar el grado de compromiso personal con la sociedad.
Podemos observar la dicotomía entre un estado de conciencia personal verbalizada y la inconsciencia percibida en el comportamiento social de la población.
Un asunto determinante en la pandemia que nos azota, es la empatía; esto es: en qué medida comprendemos la situación vivida por otra persona y si somos o no capaces de asumir nuestro compromiso en tanto en cuanto escuchamos para ayudar.
El mensaje "gano-pierdo" se puede valorar la empatía ligada a la introspección. Uno mismo ha de revisar la otra cara de cualquier opción que se le presente como la mejor; pueda ser que aquella lo sea en apariencia. El ejercicio de introspección toma carrerilla con el uso, y de alguna forma amplía la visión de lo que acontece a nuestro lado sin emitir juicios paralelos.
Es decir: no tengo que estar de acuerdo; simplemente, he de escuchar; sencillamente, he de respetar; tranquilamente, he de esperar y... no emitir juicios, ni aconsejar.
Quizá la pandemia nos sirva de acicate en el aprendizaje social de la convivencia intergeneracional.
Mientras limpio la casa o trasteo en la cocina, suelo distraerme con algún pensamiento cercano a la función que estoy realizando; por ejemplo: mientras limpio los cristales observo que me faltan las marcas de los deditos de sus manos: Y ni te cuento aquello de montar la mesa para...¡los que se apunten! A penas se ensucia la cocina por guisotes o fritangas; no empano filetes y las tortillas de patata ocupan el baúl de los recuerdos. Los juguetes permanecen ordenados en los cajones. Los instrumentos musicales, desde el piano o la harmónica del abuelo, al tambor que les trajimos de Calanda, permanecen mudos.
Eso sí, participamos de sus conciertos, de los juegos y proezas en modo virtual. Y cuando nos vernos en lugares abiertos enfundados todos en las mascarillas, los más pequeños tienden a correr hacia nosotros...pero se detienen; yo me acerco y se abrazan a mi pierna. Con los mayores compartimos las miradas cómplices del cariño que nos profesamos sin tocarnos.
Así están las cosas, desde marzo...Los abrazos quedan lejos de retorno a la vida familiar de muchos abuelos que, como es nuestro caso, son pacientes de riesgo. La vacuna va a llegar; pero la protección en los mayores de setenta años está por determinar. De modo que habremos de ser cautos a la hora de retomar abiertamente las actividades sociales.
Lo importante es tomar conciencia del porqué de los acontecimientos. Me consta que algunas familias piensan montar en el hogar las cenas y comidas Navideñas. Los virólogos avisan del riesgo que supone el permanecer en lugares cerrados sin la protección de las mascarillas. Y aún así un porcentaje significativo de la población no se toma en serio estas advertencias.
Entre proteger la Naturaleza de los movimientos ecologistas y el derecho a decidir vitoreado desde diferentes colectivos organizados a tal fin... ¿Nos estamos olvidando de preserva la VIDA de los seres humanos ante la pandemia que nos asola?
Con profunda tristeza lo digo: las personas que cada día mueren por la pandemia tras el verano, se convierten en víctimas de los comportamientos antisociales, puesto que ya estamos advertidos de las consecuencias de no seguir las recomendaciones sanitarias que protegen la vida.
Aquellos mensajes "si bebes no conduzcas" acompañados de crudas imágenes de muerte o invalidez derivados de los accidentes en carretera, tuvieron su impacto social en la conducción; eso sí, vigilados y sancionadas las infracciones.

No hay comentarios:
Publicar un comentario