sábado, 1 de agosto de 2020

NOVATA 53

Espiritualidad Ignaciana

El 31 de julio celebran su onomástica quienes llevan el nombre de Ignacio.

De la memoria traigo el recuerdo de los ejercicios espirituales que hacíamos en el colegio cada año. Y entiendo que, en parte, quienes tuvimos ese opción podamos mantener una espiritualidad desconocida para quienes no la hayan practicado.
Desde finales de los cincuenta a mediados de los sesenta, en esa etapa de la niñez a la juventud, la formación religiosa que recibí ha formado parte de mí y me ha ayudado a tratar de mantener una autenticidad alejada de un ego endiosado.
A lo largo de la vida te vas encontrando con personas de diversas creencias, también ateos que van completando una visión panorámica que, a tu manera, vas encajando en tu marco de referencia en los momentos de actuar. En unos aciertas, y en otros metes la pata. Pero cuando te equivocas lo sabes y tienes la opción de cambiar y de pedir disculpas tratando de enmendar el fallo. Quienes me conocen, también por mis escritos, saben que para mí la disculpa carece de valor si no resarces el daño causado.
No voy a negar que soy una persona enérgica, de carácter introspectivo y, por ende, diría de efectos retardados. Cosa esta que puede conducir a la ira que uno ha de aprender a expresar por su propio bien y el de los demás.
El conocimiento de uno mismo no suele darse de forma automática; requiere de ejercicio continuado a lo largo de la vida. En algunos momentos puede que te olvides de ello. Pero el ascua sigue palpitando y se aviva cuando lo precisas. "Guarda, para cuando no halla": dice bien el refranero.

De mi paso por la universidad, ya en los setenta, de camino a convertirme en madre mantuve una distancia relativa con el espíritu ignaciano; dejé los ejercicios espirituales. En los ochenta comienza la etapa de elección de colegio.
Recuerdo la escuela infantil con muchísimo cariño. Pertenecía al Ayuntamiento de la ciudad de Valencia, y estaba ubicada en los Jardines de Viveros, concretamente, en la entrada principal junto al parque temático de educación vial. Una maravilla llena de posibilidades para los pequeños de cuatro y cinco años. Ahí nos encontramos un grupo de familias nada homogéneo; digo bien.
Los años que dedicas a la crianza de los hijos forman parte importante de tu vida; y sin duda para ellos también lo sean, aunque el significado pueda sentirse cuando uno ya no esté físicamente. Sin duda, en esos momentos de crecimiento familiar experimentas todo un mundo de sensaciones nuevas que has de gestionar junto a otras personas que te importan: tu cónyuge y vuestros hijos.

De esa etapa, recuerdo los primeros contactos con personas del Opus Dei y de los Kikos; eramos madres que compartíamos guardería. Una amistad significativa nació ahí con una mujer de talante abierto, que había estudiado Filosofía y Letras en la Universidad de Valencia; madre de siete hijos, casada con un miembro del Opus, había solicitado su entrada al nacer su cuarto hijo.
Digamos que, el ascua ignaciana cobra empuje con su amistad; doce años nos separan cronológicamente, pero nuestros pensamientos confluyen sin dificultad. Con ella puedo hablar de todo. Conozco, hasta donde haya querido contarme, sus cuitas sinceras. Está ahí en los momentos especialmente duros, y me ayuda a darles sentido. A la recíproca, me encuentra en esa sinceridad y complicidad que nos une.
De mi paso como docente en una escuela de formación profesional gestionada por el Opus, desde finales de los ochenta al año 2011, conservo una idea práctica y diferencial de los ejercicios espirituales que ahí se proponían. En los veinticinco años de trabajo en la escuela puedo decir que respetaron el hecho de que no diese dinero ni acudiese a ninguno de los ejercicios espirituales que proponían internos en una casa de la Obra destinada a tal fin. Supongo que cierta valía profesional  reconocida entre el alumnado, y mi forma de ser abierta y sincera tuvo algo que ver para mantenerme tantos años en armonía disonante sin roces aparentes.
Lo que sí retomé ahí cada año fueron las charlas y meditaciones que proponían, y que realizábamos en la capilla de la escuela. Lo más significativo que recuerdo era la oscuridad absoluta en la que acontecía esa hora de recogimiento. Debo decir que tal situación no iba conmigo; seguramente porque no he sabido meditar nunca. No me preocupaba ni entonces ni ahora, en esos términos.
En los meses de confinamiento en el hogar debido al COVID-19, hemos realizado meditaciones online propuestas desde diferentes plataformas universitarias. Y claramente concluyo que no se me da bien eso de meditar tampoco al estilo budista...pero, comprendo que el mindfulness cobre fuerza en la actualidad dado el alejamiento general de los ejercicios espirituales que yo recuerdo.
En todo caso, la Fundación Cañada Blanch, ha facilitado ocho sesiones sobre cómo afrontar el estrés con mindfulness en tiempos de crisis, que comenzaron el 30 de abril y que se pueden seguir en YouTube  En casa hemos seguido las valiosas explicaciones del ponente, Vicente Simón, catedrático de Psicobiología.
Sea como fuere, la meditación ayuda a templar el ánimo que, a día de hoy, los medios de comunicación y los gobernantes enardecen con sus despropósitos, premeditadamente calculados para idiotizar y así manipular mejor.

El ascua se mantiene ignaciana, en mí...

No hay comentarios: