martes, 28 de julio de 2020

NOVATA 52

Fuerza, destreza, equilibrio...

El empuje atemperado sosiega el ánimo, y lleva al aprendizaje significativo.

El 26 de julio (festividad de santa Ana y san Joaquín) las redes sociales casi se colapsan con mensajes de felicitación a los abuelos. Comparto la expresión de cariño a los abuelos, a los padres, a los hijos... a diario. Y ello me ha llevado en estos días a seguir indagando sobre dos temas que me acompañan: el amor, y la incertidumbre.

La imagen que comparto refleja un estado emocional que me llena de alegría: aún en medio de la adversidad transciende la dulzura. El semblante apacible tranquiliza al cuidador; ambos se pueden mirar desde el amor a la espera de otra etapa por llegar, que carece de importancia en este momento. La incertidumbre se disipa: no cuenta; no se percibe.

Cuando uno rebasa los setenta camino de cumplir los ochenta, es consciente de su singularidad. Valoras la distancia que te separa de la niñez como una etapa que debiera transcurrir en medio de un crecimiento personal inteligente.

Sin duda, con lo que hoy sabemos sobre el desarrollo cerebral, de su repercusión en la vida cotidiana y en el proceso de envejecimiento tenemos información suficiente para reconocer la relevancia del desarrollo intelectual del menor. Si cabe, en mayor medida, en unos momentos de zozobra del intelecto tapado con una mascarilla mediática uniforme. La manipulación está servida al desarraigo ante una visión de amor hedonista y de un sentimiento de incertidumbre en auge sin contrapartida que ayude a equilibrar el ánimo.

En estos momentos, convivimos generaciones que hemos nacido en el siglo XX, con hijos y nietos nacidos en el siglo XXI.
En el siglo XX, florece (metafóricamente) la Psicología; puesto que la amígdala cerebral entra de lleno en nuestras vidas para comprender aquellos comportamientos que afectan a la salud y a la convivencia. La amígdala tiene un papel principal en las reacciones sociales que, a nivel cerebral, dependen de una serie de circuitos que son capaces de organizar y poner en conexión la percepción y la emoción, siendo el sistema límbico el encargado principal de ello, y la amígdala es uno de los núcleos principales.
El siglo XXI, la Neurología avanza con la ilusión de comprender lo que sucede en nuestro cerebro. Los más pequeños de la casa pueden hoy visualizar el cerebro en vídeos didácticos. Contamos también con variada información científica en la Web, que nos permite indagar sobre aquello que nos inquieta. Se tiene así la posibilidad de contrastar información y elegir aquella que reconocemos fiable, a nuestro entender, siempre mejorable. En el caso del cerebro he buscado para esta entrada aquella información que nos ayude a valorar la relevancia de la educación a lo largo de la vida.
ScienceDirect
Esta imagen muestra una parte sustantiva del artículo que puede bajarse de la Red. Se tiene ahí un dato que confirma la idea sustancial de que, el cerebro requiere de un mimo especial para lograr su desarrollo.

Vulgarmente diríamos: uno nace, y se hace. Pero, no solo es importante la procedencia, también afecta dónde se pace.
En la infancia: uno puede comportarse como un tirano, o vivir en un ambiente hostil. En ambos casos, aún con diferencias notables, el desarrollo afectivo trastocado intenta modelar el cerebro del menor. Y es ahí donde me gustaría incidir sobre el asunto del AMOR.
En el intento de motivar ese mimo especial que precisa el cerebro del menor, que sigue in crescendo en el transcurso de la vida, comparto a continuación la trayectoria de una persona implicada en comunicar las emociones desde la música:
Ramón Gener, la sonrisa de la música, conocido divulgador artístico musical en RTVE This is Ópera, transmite, a mi entender, esa idea que plasmo en el subtitulo: El empuje atemperado sosiega el ánimo, y lleva al aprendizaje significativo.
Hace unos días comencé a leer uno de sus libros que me emociona por el recuerdo de la doble despedida de su padre, enfermo de Alzheimer, "El amor te hará inmortal". La cálida descripción de sus sentimientos te lleva a leer con fluidez, y escucharle atentamente (UNIR Openclass).

Mientras ordeno las ideas y reviso la documentación para componer mis relatos, mantengo la atención centrada en lo que de verdad importa: el dueto que llevamos practicando en armonía consonante-disonante desde hace cuarenta y siete años.

Amor e Incertidumbre, un columpio lleno de posibilidades.


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