martes, 9 de junio de 2020

NOVATA 50

MEDITAR EL SILENCIO

La ausencia de estímulos externos junto a la carencia de afectos tangibles, aíslan.

El silencio no pretendido hiere, de no ser compartido.
El silencio meditado se convierte en una entrada a la in-definición.

Comparto hoy algunos pensamientos que surgen del confinamiento en el hogar. Lo hago como cónyuge de una persona enferma de Alzheimer. Esta situación tiene unas características comunes a cualquier familia, aunque las diferencias se den en función del carácter de ambos y del estado de la enfermedad previo al confinamiento.
 
Vaya por delante que, en este caso, el punto de partida del enfermo es el de un luchador que no ceja en el empeño de hacer frente al deterioro propio de la enfermedad. Sus hábitos de trabajo con los profesionales de la música, logopedia y psiconeurólogos hacen que el proceso de la enfermedad sea menos visible en su conducta, a pesar de hallarse en estado avanzado. La buena reserva cognitiva que se ha labrado a lo largo de su vida, cuenta. El entorno que le rodea, ayuda. La medicación del Neurólogo, suma.

El carácter introspectivo y la actitud resiliente del cuidador son también características a tener en cuenta en esta reflexión compartida, que se realiza de manera sencilla, abierta y sincera para quienes puedan sentirse reflejados en algún momento en situaciones similares.

Soy consciente del escaso conocimiento que tengo para tratar un tema de meditación y silencio. Pero en estas semanas de encierro, gracias a las conferencias y cursos online a los que hemos tenido acceso, ha sido un asunto recurrente aquello del estrés-mindfulness, como también amigos del desierto, y algo he recordado y aprendido: "La meditación como peregrinaje a nuestro centro; adentrarnos en el paisaje interior para empezar a encontrar lo que buscamos."

De momento lo que pretendo es meditar sobre el silencio. Y en esa búsqueda del silencio presente, me percato de una realidad que subyace en el subtitulo "La ausencia de estímulos...". Voy a intentar dar voz al silencio no pretendido.

Desde el mes de marzo...
El enfermo no acude a sus clases de música, ni al logopeda ni a conciertos, conferencias; ni merienda o almuerza con la familia los amigos, etc. No puede pasear al aire libre. En definitiva, la convivencia social, que es vital en estos enfermos, se trunca. Y su cuidadora ha de apañárselas para que el proceso de la enfermedad no avance a la carrera por falta de actividades que estimulen el cerebro.
 
En un primer momento del confinamiento, te enfrascas en la búsqueda de materiales e intentas mantener las rutinas sorteando las inquietudes que se plantean ante una tarea que te sobrepasa emocionalmente. Te hiere profundamente el comprobar que tu ser querido realiza con dificultad los ejercicios de mantenimiento cognitivo, en apariencia sencillos. Eso es algo que hasta el confinamiento quedaba entre el profesional y él. Pero, al tener que ser tú su entrenador, la angustia se multiplica al comprobar que tu marido se siente mal, por mostrarse ante ti en sus carencias.

El acople del matrimonio en esta situación es singular por, al menos, dos motivos:
  1. Lo es porque tratas de ocupar un rol para el que no estás preparado; no eres el profesional que te gustaría ser. Necesitas un tiempo de formación del que careces. Lo has de hacer sobre la marcha, con la sobrecarga de que por ti pasa cualquier tarea del hogar, ya sea financiera como logística, no hay posibilidad de ayuda.
La virtualidad no es tangible; aunque anima el poder ver a tu familia o el mantener encuentros sociales online con amigos, profesores y compañeros.. Pero el aislamiento si que es tangible; y te envuelve aún con mayor determinación si has de conversar en el silencio de quien ya no dialoga.
 
Percibes que "meditas el silencio". Ese sentimiento vital, de razonamiento dudoso, digamos claramente que es intransferible. Ello significa que nadie se pone en tu lugar sin antes haber vivido una experiencia similar. Se suele hablar de las personas en las residencias, y nos olvidamos de lo que está sucediendo en los hogares. En todo caso, el enfermo importa pero el cuidador es esencial.

2. Otro acople singular deviene de "la nueva normalidad" de la que se habla con desparpajo, y que se antoja una utopía para quienes pueden sentir cómo su ser querido, en algunos casos, se pierde anticipadamente por falta de estímulos o bien, el esfuerzo titánico de ambos por tratar de mantener las habilidades personales del enfermo, pasa factura emocional y física. De ello no se habla y mucho menos se piensa; luego...la actuación se intuye ninguna..

Un matiz a señalar es la soledad del cuidador en el estado de confinamiento. El dolor hay que expresarlo para que no te ahogue, pero las horas de atención diaria al enfermo y al hogar dejan escaso margen para el cuidado personal, más allá de la higiene.
 
No hay que exagerar. Pero, el no poder airearte y dejar que el otro haga lo propio, hace que te sientas como en una rueda sin fin. Nadie os puede visitar para aligerar las horas de atención. Estás junto a una persona que trata de seguir como puede librando una dura batalla. Los afectos están presentes pero no se activan voluntariamente por parte del enfermo. Vives la soledad en compañía.

En todo caso, la fortaleza de espíritu no decae si tienes la suerte de contar con la familia, los amigos y los profesionales que vienen en tu ayuda de manera virtual. Sin duda la tecnología nos facilita una visión de los nietos, hijos... Anécdotas tengo para reír un buen rato; comparto una experiencia de hace unos días y que para mí tiene un gran significado:

Nuestra nieta pequeña (en mayo ha cumplido dos años) vive en Mallorca, y no la vemos desde marzo. El otro día le iban a poner la crema solar en la cara, y ella quería que fuese su padre. Pero cómo él no podía, vino hacia la pantalla del teléfono con el tubo de crema en la mano y me pedía: "abuela, crema". En sus juegos, en muchas ocasiones, nos hace participar y realmente sientes su complicidad.

El cambio que se produce por la pandemia, que afecta también a los enfermos de Alzheimer y a sus cuidadores en el hogar, está por evaluar y dudo que ello se realice. Damos gracias a Dios de seguir vivos. Muchas personas mayores han fallecido solos, y sus familias no pueden cerrar el duelo al no haber podido acompañarles en sus últimos momentos, ni haberles dado el entierro que hubiesen deseado. Me resisto a conceder disculpas al gobierno de la nación en la gestión de la pandemia. Soy crítica en las redes sociales, y activa en la sociedad que habito.
 
Consciente de las carencias que muchas (demasiadas) familias padecen (y lo seguirán haciendo) teniendo que atender en estos momentos a un familiar enfermo de Alzheimer, he abierto mi corazón en esta entrada para señalar que "la nueva normalidad" resulta exultante en términos de salir fortalecidos. Pretender utilizar la resiliencia de la persona en tono popular, es un eslogan de venta fallido por parte del gobierno.

La falta de sensibilidad de los gobernantes resulta patética, en mayor medida cuando se les llena la boca con los temas de ayuda humanitaria. De la misma forma, insensible, el gobierno plantea un curso escolar imposible de acoplar a la vida familiar. ¿A caso no se dan cuentas sus señorías que los abuelos cuidadores de nietos no están en condiciones de hacerlo en la pandemia? puesto que son personas de riesgo.
 
Cuanto más escucho las propuestas de los ministros más perpleja me quedo. ¿Cómo es posible que no se tenga ni idea del tipo de sociedad que conformamos? Entiendo que sus señorías no necesiten trabajar, y que tengan sus servidores; comprendo que un grupo de gente viva de rentas o del cuento; pero, la mayoría ha de trabajar (y hemos trabajado) mañana y tarde, de lunes a viernes, padre y madre... Mediten: ¿qué hacen con los hijos si las escuelas abren de aquella manera que ustedes proponen?

De D. Agustín Domingo Moratalla, catedrático de Filosofía Moral y Política UV (podéis seguirlo en su blog: http://marineroet.blogspot.com/) me permito compartir una de sus diapositivas que explica en alguna conferencia que le he escuchado recientemente, y que titula:

La pandemia del buen rollito: 6 Ces

Las 6 Ces dan para una meditación encadenada de lo que está suponiendo el confinamiento en la vida de las personas. Atendiendo al confinamiento legal y la colonización informativa, entiendo que requieren de una reflexión profunda de lo que está sucediendo en nuestro país con la pandemia.

Meditar el silencio para encontrar lo que de verdad te importa, es otra manera de adentrarse en uno mismo, desde la expresión auténtica de las emociones que se describen en un relato.





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