Escribo esta entrada
en el año 2014, y tal cual la retomo y comparto hoy.
El caos del sistema educativo en nuestro país es un hecho histórico irrefutable, desde hace más de treinta años.
Que semejante confusión caótica haya podido influir
en el desarrollo cognitivo−social−emocional del menor, nadie lo pone en duda.
Pongo un ejemplo: quienes conducen y utilizan el
GPS saben por experiencia que, si se cambia el trazado de un lugar (nuevas
rotondas o puentes, cambio de direcciones, etc.) el sistema de navegación al no
tener incorporado los nuevos datos se vuelve 'loco'; y nosotros también. —Aunque
en este caso siempre podemos decir que se ha equivocado la máquina; así nuestra
destreza como conductor permanece a salvo.
Algo similar ha sucedido y sigue pasando en lo
referente a la educación que nos hemos dado entre todos. Porque somos los
ciudadanos quienes dejamos, o no, que algo vaya a peor con nuestro voto.
En tres décadas hemos favorecido y reforzando la
cultura del “todo vale” porque había llegado la hora de ¿prohibido prohibir? De
tal forma el GPS, sin referente, nos ha dejado en la cuneta.
Ahora, cuando se intenta enmendar legislando, poniendo
un trazado de vía a nivel educativo que mejore la circulación de manera que
oriente a cualquier GPS (se entiende Comunidad Autónoma) que circule por
nuestro país, nos dedicamos a poner zancadillas a quienes están intentando
poner estructura en el caos. Ni tan siquiera el Universo es caótico. Tiene su
estructura. Cosa distinta es que no alcancemos a comprenderla.
Somos un pueblo que tiene a gala el vivir en, y
de la ignorancia. Preferimos culpar a cualquiera al que tildamos de ‘enemigo’.
No nos implicamos en la mejora porque no la buscamos; pretendemos comprarla enlatada
en paquetes de bloques “izquierdas−derechas”.
Indigna observar cómo se defienden unos y otros:
funcionarios, sindicalistas, colectivos de cualquier ámbito social o
empresarial nos quieren meter al resto en su saco mientras ellos no quieren oír
hablar de tener los mismos derechos y obligaciones que el resto de mortales. Y
lo que es peor, la gente entra al trapo.
En nuestro país: si no dejamos atrás el gregarismo, la subjetividad en la toma de decisiones, la envidia como signo de identidad, la inoperancia como cláusula de vida... vendrán otros que se aprovecharán del caos que nos hemos dado entre todos.
En el año 2013, escribo una entrada como pensamiento previo al escrito de 2014, que dejo aquí enlazada:

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