lunes, 18 de noviembre de 2019

NOVATA 41

Escribo esta entrada en el año 2014, y tal cual la retomo y comparto hoy.

El caos del sistema educativo en nuestro país es un hecho histórico irrefutable, desde hace más de treinta años.

Que semejante confusión caótica haya podido influir en el desarrollo cognitivo−social−emocional del menor, nadie lo pone en duda.
Pongo un ejemplo: quienes conducen y utilizan el GPS saben por experiencia que, si se cambia el trazado de un lugar (nuevas rotondas o puentes, cambio de direcciones, etc.) el sistema de navegación al no tener incorporado los nuevos datos se vuelve 'loco'; y nosotros también. —Aunque en este caso siempre podemos decir que se ha equivocado la máquina; así nuestra destreza como conductor permanece a salvo.

Algo similar ha sucedido y sigue pasando en lo referente a la educación que nos hemos dado entre todos. Porque somos los ciudadanos quienes dejamos, o no, que algo vaya a peor con nuestro voto.

En tres décadas hemos favorecido y reforzando la cultura del “todo vale” porque había llegado la hora de ¿prohibido prohibir? De tal forma el GPS, sin referente, nos ha dejado en la cuneta.
Ahora, cuando se intenta enmendar legislando, poniendo un trazado de vía a nivel educativo que mejore la circulación de manera que oriente a cualquier GPS (se entiende Comunidad Autónoma) que circule por nuestro país, nos dedicamos a poner zancadillas a quienes están intentando poner estructura en el caos. Ni tan siquiera el Universo es caótico. Tiene su estructura. Cosa distinta es que no alcancemos a comprenderla.

Somos un pueblo que tiene a gala el vivir en, y de la ignorancia. Preferimos culpar a cualquiera al que tildamos de ‘enemigo’. No nos implicamos en la mejora porque no la buscamos; pretendemos comprarla enlatada en paquetes de bloques “izquierdas−derechas”.
Indigna observar cómo se defienden unos y otros: funcionarios, sindicalistas, colectivos de cualquier ámbito social o empresarial nos quieren meter al resto en su saco mientras ellos no quieren oír hablar de tener los mismos derechos y obligaciones que el resto de mortales. Y lo que es peor, la gente entra al trapo.

En nuestro país: si no dejamos atrás el gregarismo, la subjetividad en la toma de decisiones, la envidia como signo de identidad, la inoperancia como cláusula de vida... vendrán otros que se aprovecharán del caos que nos hemos dado entre todos.


En el año 2013, escribo una entrada como pensamiento previo al escrito de 2014, que dejo aquí enlazada:

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