Pensar el futuro, sin agobiarse
Uno se agobia cuando mira el futuro pensando en el pasado.
Cuando rozas, o sobrepasas los setenta años observas los acontecimientos como lo hacías cuatro décadas atrás. El arraigo de las convicciones a los treinta años difiere mínimamente de los planteamientos a los setenta. Con ello no digo que la persona no evolucione en el transcurso de su vida; más bien quiero señalar que, la convivencia tiene como punto de encuentro el momento crucial en el que cada persona ubica sus convicciones.
Hoy, en el panorama nacional, observamos (y padecemos) una batalla abierta por miradas que hace cuarenta años intentaron acoplarse en un objetivo común, pero que, en su acercamiento, dejaron abierta la rendija al pasado.
El pasado se ha vivido en algunas escuelas, hogares, empresas, instituciones...de forma que la mirada al futuro de esas nuevas generaciones está impregnada de convicciones postizas. Quiero decir que, la juventud tras cuarenta años de convivencia democrática mantiene una visión impropia de un pasado que no es suyo de manera vivencial.
Cuando no somos capaces de mirar sin hacer que otros miren lo que miro a mi manera, la distorsión resulta exponencial. Entre otras cosas, estoy impidiendo la mirada enriquecedora del otro, que la tiene de darse en libertad sin ambages.
El uno de enero de 2020, si sigo aquí, cumpliré setenta años. Todo mi ser siente el paso de los años: las arrugas surcan mi rostro; mis huesos comienzan a dejarse notar; la musculatura, de alguna manera, me mantiene. Mi mirada sigue siendo dulce e intensa, y mantengo la sonrisa que me caracteriza: eso dice Felix, mi marido.
Para mi, lo relevante es que mantengo la ilusión por aprender. No me agobia el pasado. Pienso en cómo puedo ayudar a construir una rendija que mire al futuro.
Los Historiadores dan sus versiones de la Historia. Los Filósofos intentan formalizar los pensamientos. Los Psicólogos nos ofrecen sus catálogos de conductas. Los Psiquiatras utilizan los fármacos autorizados para tratar de recomponer el equilibrio de nuestra psique. Y así podríamos seguir matizando lo que cada virtuoso estudioso de su materia nos aporta al resto de mortales que transitamos el devenir diario como podemos.
A todos ellos hay que escucharles, sin duda. En particular, cada persona aprende en la medida que acoge la sapiencia de otros, la analiza, la compara, la mastica y digiere para que penetre en la cotidianidad de sus acciones.
En esa exposición de particularidades se halla también la mirada al pasado; y es ahí en donde puede distanciarse la forma de mirar el futuro.
Los discursos sociales se centran hoy en presentarnos un futuro incierto; aunque coinciden en que "no estamos ante una época de cambios; estamos en un cambio de época". Ese juego de palabras está muy bien, pero en cualquier caso el cambio es el motor.
Ahora bien ¿Qué significa cambio para cada uno de los actores que se hallan inmersos en una época por hacer? Tal vez nuestros antepasados se sintieron como ahora nosotros cuando el fuego iluminó la noche: ¡Desconcertados!
Desconozco la forma en que pueda discurrir la vida de las personas en diez años vista. Sé lo que quiero que suceda mañana con mi apoyo directo, pensando en que pasado mañana quien esté a mi lado tenga también claro las prioridades para el día siguiente. Sin agobios.
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