domingo, 5 de mayo de 2019

NOVATA 31

REFLEXIONES DE UNA MADRE

46 años de vida en común, tiene su recompensa: hoy somos catorce a la mesa. 

Cuando tomas en brazos por primera vez a tu bebé, toda tú hierves por dentro. El trance que acabas de pasar, ni existe. El ahora es de otra personita que se revuelve en tu seno buscando alimento. Luego la experiencia se repite y te das cuenta de que es distinta cada vez; te sigue sorprendiendo ese pequeñín que te busca a su manera. Una cosa es diferente, los hermanos rondan la cuna.

Sin darte cuenta, llegan los primeros nietos y tu sigues en activo; entonces las fuerzas parecen multiplicarse; haces mil y una piruetas por verles y ayudar en lo que puedas.

Sin pensarlo, estás jubilada y siguen llegando nuevos vástagos a la familia. Sientes entonces que las horas se completan de forma distinta.

En nuestro caso, ya de jubilados, los Itinerarios de La Nau Gran nos abrieron una ventana a un paisaje de vida insospechado. Supuso un cambio que, años después, describí en una colaboración para la elaboración de una publicación, con objeto de celebrar los 15 años de la Nau Gran. Emociones encontradas se dan en aquellos momentos. La Dra Cristina Civera, Directora del programa Nau Gran, fallecía sin poder culminar dicha celebración. Sería la nueva Directora, Amparo Pérez, la encargada de que viese la luz el libro colectivo que rememora los tres lustros de funcionamiento de La Nau Gran.

Este preámbulo viene a cuento de mi reflexión a tres bandas, en este primer domingo de mayo, en el que celebramos el día de la madre.

Quienes nacimos en los años cincuenta del siglo pasado, somos las madres de los políticos que hoy dirigen el país.

Es una realidad constatable: fuimos madres jóvenes con un futuro profesional por formación, que pospusimos mientras los hijos fueron pequeños. En aquellos momentos, finales de los setenta comienzos de los ochenta, una familia podía arreglárselas con el sueldo de uno. Y no tanto únicamente por las necesidades caprichosas que han ido creciendo en el transcurso de los años, sino también en mayor medida por el incremento incesante del coste de la vida.
Primero y principal desde el punto de vista político: somos la generación que hoy mantiene la llamada sociedad del bienestar; gracias a nuestras aportaciones a la Caja de la Seguridad Social con nuestro esfuerzo laboral; trabajamos en la casa y en las empresas. En los años noventa se hablaba ya del trabajo 'invisible' de las mujeres en el hogar, sin coste alguno para el Estado, las madres eran capaces de criar a los hijos para que estos se insertasen en la sociedad productiva sin demasiados problemas.
Somos también la generación de familias protectoras de los desmanes políticos que hemos soportado en Democracia. Durante las crisis, el Estado hace nada. Somos las familias de los setenta quienes seguimos ayudando de mil y una maneras, cada uno como puede. 

Quienes nacimos en los años cincuenta del siglo pasado, somos las abuelas incansables en una sociedad desquiciada por las prisas de llegar a ninguna parte.

Los objetivos que hoy se pretenden son tan uniformes que los hacen inviables. La igualdad, la fraternidad y la libertad cantadas en himnos nacionales y llevadas a las calles europeas, no es que sean una quimera, son ideas que hay que desarrollar en culturas bien diferentes de quienes las promulgan. Nada es imposible, pero todo no es viable.
Asistimos hoy a una Europa en crisis por sus políticas de antaño, de guetos. A un país, España, sin identidad Nacional, en manos de políticos que ni son ni saben ni quieren reconocer su Historia.

Quienes nacimos en los años cincuenta del siglo pasado, somos esas mujeres que hoy atendemos a quienes nos necesitan, con dedicación incontestable.

Vuelve el Estado a recibir gratis el esfuerzo de tantas mujeres que cuidan de sí mismas y de sus maridos con dedicación, mientras los políticos parlotean de las ayudas a las dependencia. La falacia no puede ser mayor: cuando llegan a las familias, el cónyuge ha fallecido. Eso sí, a la viuda o viudo le espera, en agradecimiento del Estado, que su pensión no pueda exceder de un tope impuesto por ellos. 
El Estado engorda mientras las familias se empobrecen. Podría ser una conclusión. Pero no lo es para mí.
Pienso, y concluyo, que lo que empobrece a las familias en la ausencia de amor. Desde el amor: el cuidado no pesa; la ilusión se mantiene y, la salud se promueve con ayuda del "envejecimiento activo".
Sin duda, el esfuerzo de las Universidades, del profesorado que se ocupa de impartir el programa de la Nau Gran, merecen un reconocimiento como el que en su momento dejamos por escrito algunos alumnos en el libro colectivo publicado. Dejo mi aportación de agradecimiento y crítica constructiva por esos años de convivencia: Un paseo...

No hay comentarios: