domingo, 7 de abril de 2019

NOVATA 26

¿QUÉ FALTA, Y QUÉ SOBRA?

Sobran palabras. Falta voluntad.

En cualquier momento de la vida, y en cualquier lugar en el que se encuentre una persona habrá de bregar junto a otros congéneres cuyo discurso y voluntades difieran de las propias. La reflexión de los hechos es un acto humano donde la palabra dada y la voluntad de cumplirla pone el acento en la credibilidad del sujeto.
Hoy andamos parcos en personajes públicos cuya credibilidad se mantenga unos segundos. De tal forma, nos quedamos sin referentes, sin figuras creíbles. Sin embargo, las vivencias que cada uno mantiene a través de tales personajes, puede servirle de acicate al cambio de la mejora personal. Para ello, la voluntad se implica y las palabras se ajustan.

El personaje que me lleva de la mano en esta entrada es el canta-autor que nos ha dejado esta semana, Alberto Cortez. Desconozco su trayectoria personal, pero si que puedo evocar algunas vivencias que me son gratas, aún en la nostalgia de los seres queridos que ya no están.
Me gustan las letras de sus canciones, y me ha fascinado su voz por la firmeza y cadencia melódica que te deja suspendido en un halo desde donde puedes avistar todo un mundo de sensibilidades increíbles. Cuando le escuchas, sobran tus palabras.

En la columna de este blog, como también en algunos de mis libros publicados y en los cursos que he impartido hago mención al tema de Cortez Miguitas de ternura, Lo tomo como ejemplo de las muchas palabras que sobran cuando hablamos de la desigualdad social, y de la manifiesta carencia de voluntad necesaria para dar respuesta a la indigencia moral de tantos que se creen sus razonamientos sin contrastarlos, y de los que viven en la miseria de una incongruencia manifiesta. Nadie se salva. Ninguna ideología. Las religiones, mucho menos.
Es la persona, en su actividad diaria, la que puede ser un sumando de la voluntad silenciosa que ayude al cambio que los tiempos requieren.

De Cortez, llevo dos canciones cargadas en la mochila de los sentimientos que dejan huella; de seres queridos que ya no están.
Uno de ellos, guitarra en mano, hacia las delicias de todos cantando El vagabundo; puedo sentir a mi tía, su madre, haciendo el contracanto de aquella manera. Sin duda, estar juntos en los veranos era toda una fiesta para los sentidos. El otro tema Las palmeras lo tenía cercano en casa; mi querido hermano, ya fallecido, se lo cantaba y lo bailaba con la mujer que fue su esposa de por vida.

En directo, pudimos verlo mi marido y yo, gracias a la sensibilidad de nuestra nieta de nueve años. De sus vivencias con nosotros, sabía lo mucho que nos gustaba Alberto Cortez y habíamos hablado de que venía de gira a Valencia. Quiso darnos una sorpresa. Para ello, le pidió a su madre que le abriese la hucha, pues quería regalarnos las entradas para asistir al concierto.
Sin palabras, nos dejó Alberto Cortez, el 29 de junio de 2016, en el teatro Olympia. Increíble su despedida a capela con una de sus canciones fuente de inspiración, Castillos en el aire, entre otros motivos por la cadencia de su voz cuando expresa la duda... Cuando lo escucho espero ese instante cargado de posibilidades entonadas, casi casi, sin palabras: "¿O NO!".

Te has ido. Sí. Pero nos queda tu legado. Nos has transmitido en pocas palabras lo que tu alma alberga con voluntad inquebrantable. ¡Adiós! Comparto tu pensamiento empaquetado en seis palabras:

¡QUÉ SUERTE HE TENIDO DE NACER!


¡Qué suerte tenemos! quienes seguimos atentos a los mensajes que has compartido.

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