miércoles, 21 de marzo de 2018

NOVATA 5

Dos días seguidos, 20 y 21 de marzo, de singular meditación, y una canción en mi memoria.


El día 20 de marzo está señalado en el calendario con un motivo, que hablemos de la felicidad. Y el día 21, nos convoca a pensar en el sindrome de Down.

"La Asamblea General de la ONU, en la resolución 66/281 el 12 de julio de 2012 decretó el 20 de marzo Día Internacional de la Felicidad, para reconocer la relevancia de la felicidad y el bienestar como aspiraciones universales de los seres humanos y la importancia de su inclusión en las políticas de gobierno."

Nos movemos en terrenos movedizos cuando nos preguntamos ¿soy feliz? Y ni te digo si esta cuestión se la planteamos a nuestro interlocutor.
Un primer matiz se plantea en cómo realicemos la cuestión: 'ser' o 'estar'. El ser feliz. El estar feliz.
Partimos aquí de que la felicidad constituye un estado de ánimo y que como tal precisa del aprendizaje, a la vez, ligado a la motivación personal.
La cuestión es ¿de qué depende el sentirse, o no, feliz?
Un recien nacido es capaz de expresar la incomodidad por tener los pañales sucios. También, pegado al pecho de su madre que le está alimentando, da muestras de su contento.
De alguna forma, en todos y cada uno de los momentos que transcurren en la vida de una persona, la alegría y la tristeza le (nos) acompañan.
El pasado día 6 de marzo asistimos al coloquio "El Alzheimer en familia" y uno de las conclusiones conjunta de los ponentes ha sido la de que, sin el afecto generoso y apaciguador del cuidador, el enfermo se siente inseguro y ello le puede conducir a comportarse de manera agresiva.
Me pregunto, de qué felicidad hablamos cuando nos referimos a ello.
No sé muy bien si uno se siente feliz haciendo felices a sus seres queridos, o si uno se siente feliz cuando los suyos manifiestan su felicidad.
 Se puede decir que somos los constructores de nuestra inteligencia emocional-social. Sí, pero... Los matices son relevantes y cualquier generalización sueler pecar de osadía.
Poco puede lograr uno mismo por si solo. El asunto es reconocer nuestras necesidades de apoyo y recogerlas abiertamente cuando nos lleguen.
No solo es necesaria la generosidad de quienes aportan la ayuda, importa y mucho la capacidad de valorar esa ayuda por parte de quien la recibe.
Vivimos tiempos inquietantes para quienes comenzamos comunicándonos por un teléfono negro y grandote que ocupaba un lugar principal en la entrada de la vivienda. Las noticias corrían por los hilos: alegrías y penas llegaban vía conferencia. Las 'conferencias' no tienen ahora el significado de hace unos años cuando el móvil nos unió; recuerdo aquella imagen de un pescador que recibía en su barca la noticia del nacimiento de su hijo.
A día de hoy, se nos presenta una realidad virtual con la que nuestros jóvenes se familiarizan en la casa.
Que cada uno reflexione sobre el significado de la felicidad en sí mismo y en su entorno. Particularmente, recuerdo hoy aquellos días que compartí con mis amigos Down, mientras dibujaban las imágenes con las que se ilustró un bello libro: CRECER EN ARMONÍA. MARINA Y SUS AMIGOS

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