domingo, 11 de julio de 2021

NOVATA 88

NO HAY DOS SIN TRES

Uno, no es ninguno; dos, son uno y, tres, son multitud.

La pandemia hace realidad ese dicho popular: tantas 'olas' dan paso a una cansina multitud.

Después del desayuno suelo mirar el tiempo previsto en la mañana. Con el asunto del virus el horario de la piscina en la urbanización es de 10:30 a 14:30 y de 16:30 a 20:30 horas. El socorrista tiene el listado de reservas que se hacen desde la aplicación prevista para ello. Normalmente, en nuestro caso cogemos el primer turno del día. Es un buen momento, sin niños acompañados de los abuelos. Solemos encontrarnos los vecinos que disfrutamos del agua más fresquita; pues el sol a esa hora todavía no la ha calentado.

Algunos vecinos nos conocemos de hace años, y a otros los saludamos por primera vez.

Flotando en el agua, al borde de la piscina se inician conversaciones de todo tipo. Pero este año puedo decir que se han convertido en verdaderas sesiones de risoterapia. Sin duda estamos deseosos de platicar y la situación resulta propicia para conocer a nuevos (o no tan nuevos) vecinos.

Sin pensarlo, sin pretenderlo nos vamos dando el bis las unas a las otras; digamos claramente: Dios las cría y ellas se juntan. Las carcajadas no cesan, contenidas en volumen sonoro por estar en lugar público, y el ingenio que precisa la réplica motiva a seguir de 'marcha'.

Es curioso cómo nos presentamos ante los demás: algunos pueden (podemos) dar la sensación de seriedad, sin pensar que el humor conforma la otra cara de una persona serenamente sensata.

Este verano se presenta dual: la vacunación no se ha completado como era deseable, y las ansias por olvidar el aislamiento social da qué pensar. Salir a otros entornos en estos momentos conlleva un riesgo que para algunos resulta paralizante. Ya no sabemos cómo contar los periodos de contagios que dan en llamar 'olas'. En la Comunidad Valenciana estaremos `vigilados' hasta el día 25 de julio... y ya veremos.

Que la pandemia ha cambiado nuestras rutinas es un hecho incontestable.

Esta mañana vendrán mis nietos a compartir juegos entre los primos, y a bañarse con nosotros, sus abuelitos. En circunstancias previas a la Covid-19, habría preparado unas tortillas de patata y unos filetes empanados para comer en casa después del baño. Hoy, nos quedamos con las ganas, pero muy contentos de poder verles juntos y disfrutar de su compañía.

Para mi marido la pandemia supone en este mes de julio permanecer muchas horas en casa, puesto que con el calor no podemos salir hasta casi las nueve de la tarde. Sin duda esto es un hecho que he de resolver a diario, dado que en su estado los estímulos sociales y las salidas de ocio culturales son altamente motivadoras y, por ende, le mantienen despierto: "sus neuronas son capaces de encontrar la forma de comunicarse". ¡Qué importante! No os podéis imaginar la relevancia que tiene para él.

Cuando te dicen: "¡Cuídate!"

Los consejos suelen devenir de parlamentos enlatados; sentencias sugeridas por supuestos profesionales del comportamiento humano. Las personas somos únicas y, si tenemos en cuenta las relaciones de pareja, la manera en la que cada uno podamos salir de un concreto atolladero se torna misión intransferible.

No sé cómo ha de cuidarse otra persona con su marido enfermo de Alzheimer.

Lo primero es que no es lo mismo cuidar de un padre, una madre, un hermano... Como tampoco lo es que una mujer cuide de su pareja que haga lo propio un varón.

Sin pretender cargar las tintas en ninguno de los parentescos propuestos, la tozuda realidad se palpa y cae por su propio peso: la singularidad.

En el proceso y la evolución de la enfermedad, va cambiando la atención al enfermo y, de alguna manera, la persona que lo cuida tiene que repensar sus planteamientos. Y ello tiene que ver con la gestión de las prioridades.

Puede dar la sensación de que las prioridades sean cambiantes, que nos vamos amoldando según las circunstancias. Puede ser. Pero cuando analizo mis actuaciones observo que la prioridad es en mi caso la de siempre.

Recuerdo cuando nos prometimos, mirándonos a los ojos nos preguntamos ¿Qué esperas de mí? -lo tenía claro- Quiero hacerte feliz.-le dije-. Y esa prioridad, sigue vigente.

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