domingo, 6 de septiembre de 2020

NOVATA 57

SUERTE

¿Te llueve, o la trabajas?

De regreso del verano en tierras gallegas, ya en casa comienzan los saludos entre el vecindario de la urbanización.

Una de tantas conversaciones al borde de las piscina, un vecino y amigo introduce el asunto de la suerte desde una perspectiva que yo no había contemplado:

-¡Qué mala suerte hemos tenido en España con el COVID-19! En Italia lo están superando mejor, y eso que inicialmente lo llevaron peor.

Quiero aclarar que, mi amigo es un berlinés profesor universitario jubilado de Lengua Alemana, que ejerció también en Milán. Casado con una madrileña. Tuvo su primer episodio de la enfermedad que padece desde los años noventa, estando en Italia. Regresó a Alemania donde le confirmaron el diagnóstico e inició ahí el tratamiento. Posteriormente, con la invalidez resuelta, decidieron afincarse en Valencia por su climatología y por ser una ciudad cómoda para moverse en silla de ruedas, bien dotada desde el punto de vista sanitario que su enfermedad precisa. Luego, gracias a los cuidados sanitarios y a su férreo tesón de superación, se mueve sin ayuda de bastón. Y así sigue. 

En el año 2005, nos conocimos en el lugar de encuentro vecinal: la piscina. Comenzamos ahí nuestras conversaciones que luego llevamos a las casas en modo cenas informales. Es un hombre educado en el catolicismo por sus padres; un hijo atento al cuidado de su madre que acaba de cumplir cien años. Me cuenta que ha estado en la residencia (en la que vive desde hace dos años) para celebrar el cumpleaños. Le han permitido la visita de forma extraordinaria, pero no sabe si podrá acudir en el caso de que fallezca; pues ha de guardar cuarentena en un hotel de Berlín, lo que le impediría llevar a cabo el sepelio en tiempo real.

Puestos en antecedentes, mi respuesta a su planteamiento de la mala suerte española con la pandemia, no fue otra que él no esperase de mí:

-Sabes que no aguardo que del cielo me caiga; más bien, confío en la suerte trabajada. En el caso de tu madre, su traslado a una residencia en Valencia, resulta ser una quimera. Sea como fuere, cuando llegue el momento de la despedida, sabrás lo que hacer. Estoy segura.

-Sí, -me dice él- pero sin hubieses nacido en...-abundando en la suerte.

-Bueno, pero da la casualidad de que he nacido en la Coruña; entre esto, mis genes y la educación recibida y asimilada mantengo que, se recoge lo que se cosecha. Cosa distinta es que no reconozcas tu propia cosecha.

En todo caso, la participación en la conversación de savia joven, puso el broche a modo de cierre:

Somos una población sucia: la mugre luce en nuestras calles; el abandono de la limpieza es tal que la gente se contagia de tal comportamiento institucional hasta hacerlo suyo. En una ciudad limpia, los ciudadanos se cuidan de no ensuciarla. El ejemplo es la base de la convivencia.

No puedo estar más de acuerdo con ese argumento. Llevamos décadas de dejadez, de una laxitud enfermiza en el cuidado de lo común ¡cómo si no fuera nuestro! Y ahora la pandemia nos refleja en el espejo. ¡Nos hemos trabajado nuestra suerte!

La suerte como chanza, lo aleatorio como fortuito.

Sea como, fuere una vez inicias tu existencia en la Tierra, comienza la aventura de ser tú; pero, como Unamuno en su contradicción, puede ser que grites: ¡He perdido mi yo!

Unamuno, El Cancionero: el que sufre, el que padece, el que tiene hijos...un creador de España.

Viene bien retomar la lectura sosegada de este pensador, ahora, en el otoño especialmente incierto que en unos días comienza.

Soy una convencida de que, la mayor fortaleza es fruto de saberse vulnerable.

Podemos ir planteándonos algún cambio que otro, como el que muestro a modo de sugerencia y que compuse en el año 2010, para el proyecto "Conciertos para la convivencia".



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